miércoles, 8 de octubre de 2014

Sea para la semana de “desarrollo institucional” o para la obligada evaluación institucional (anual) y los procesos de planeamiento de inicios  de año lectivo, si lo que se pretende hacer no guarda una coherencia  con respecto a los asuntos fundamentales  derivados del PEI,  en el contexto de lo actual y,  su priorización a la manera de agenda pertinente, no hay dudas de que se incurre en  flagrante improvisación. Pero la cosa puede ser peor, sino se ofrece por parte del núcleo direccional de la institución educativa un referente conceptual que armonice, le confiera profundidad y sentido a la materia objeto a trabajar.  Y todavía más grave, si lo que se trabaja y procesa como “aportes” de la concurrencia no alcanza seguidamente a traducirse en políticas públicas en áreas específicas del quehacer escolar y, si viejos errores y deficiencias siguen expresándose con  igual o renovada fuerza.

Lo anterior con consecuencias nefastas a mediano y largo plazo por cuanto lo que es defecto y debilidad,  se enraíza como costumbre.  Y no hay cosa más difícil de penetrar y erosionar que el enredijo  o maraña de eso que se llama costumbre, cuanto más si ésta nos aferra a lo primitivo e irracional. Evidentemente que una dirección que no vea y no entienda esto, potencia -y de qué manera-, la conservación del estatus quo, lo perjudicial, lo que nos mantiene atados al pasado, a lo decimonónico,  con lo cual no se construye institucionalidad consonante con el cambio que,  a su vez eduque en prácticas renovadas.

Las reuniones y eventos que se tornan recurrentes en repetir el ayer, no hacen sino reforzar lo viejo, lo cual es desgastante. La gente, no obstante que en esa lógica dominante aparezcan algunas novedades, termina desconfiando de la rentabilidad (avances, trasformaciones) de dichos acontecimientos, resignándose a repetir el circulo vicioso de lo de siempre, aunque se aborden temas que pueden ser novedosos. Se aprende a convivir y reproducir lo perverso: Se interfiere el trabajo deliberativo, la concentración; no se evidencian manifestaciones de consideración entre colegas en tratándose de la atención que se merece el otro cuando se abordan ideas, observaciones, criticas, etc .  Alcanza a predominar más la apariencia y lo formal por encima de lo sustancial y la asertividad manejada con respeto y buen trato. Y se termina en consecuencia como que “llenando requisitos”, cumpliendo con lo meramente formal, sacrificando lo esencial, los contrastes,  la primacía de lo relacional y práctico sobre el simple decir especulativo, cuando no,  se omite el rigor teórico y en su lugar se entroniza el reino de las nociones.

En el espacio escolar, lugar de la academia y la racionalidad por excelencia,  el poder mal entendido y mal manejado, presidido por los prejuicios,  es fuente para los equívocos sin posibilidad de rectificar que, al encontrarse con un estilo de trabajo unipersonal -muy común y fácil en este tipo de sociedad-,  trae aparejado otros males que menoscaban la democracia, la argumentación, el trabajo colaborativo,  como la autonomía en un contexto de interdependencias complejas.

Y si se trata de una institución educativa pública cuya misión está vinculada con la formación de ciudadanía, en la que el mayor beneficiario ha de ser el pueblo, los daños además de multiplicarse son irreparables. Jamás el interés particular, la visión personal,  sin la necesaria mediación y/o confrontación racional  de los otros, puede erigirse por encima de la argumentación plausible, del interés de la comunidad, y la normatividad con su connotación universal y ecuánime que pone a la institución como obra humana, cultural,  bajo su especificidad escolar que se construye en su diversidad de órganos articulados, con una tradición reglada que pone a raya toda arbitrariedad y capricho.

Algunas recomendaciones puntuales para mejorar eventos y reuniones de trabajo en las instituciones educativas con lo que se gane en  eficiencia,  tornándose cada vez más productivas:

1.       Para efectos de valorar adecuadamente, con rigor objetivo,  experiencia y proyectos, es menester que quienes no son parte ejecutora de aquellos, tengan o cuenten con mecanismos expeditos a través de los cuales participen de ese proceso de valoración.  Al parecer, somos muy dados a ser parcializado o sesgados con las empresas o cometidos con los que estamos comprometidos o desposados, pudiendo incurrir en auto-publicidad o magnificación de logros.

2.       Diferenciar, a propósito, logros u objetivos por alcanzar, de logros efectivamente alcanzados.

3.       Ponderar contenidos,  pertinencia y extensión de experiencias o proyectos reales en  una u otra área en ejecución,  con un tiempo determinado para todos los participantes en el contexto  de una determinada jornada.

4.   Diferenciar claramente: experiencias, así de modo general,  de experiencia significativas. Ello por cuanto no son lo mismo, lo que puede generar expectativas que no van a ser satisfechas.

5.     Para casos en lo que lo anterior esté en juego, se debe integrar con el debido tiempo una comisión operativa (con garantía de diversidad) para el estudio y selección de las experiencias y proyectos  inscritos,  en el marco de un tiempo previamente dispuesto y a la luz de unos criterio y condiciones expresas. 

6.       En ningún caso el núcleo direccional escolar (como quipo) o sus instancias pueden instaurar, contemporizar y/o contrabandear el criterio del pensamiento único para legitimar una hegemonía,  excluyendo el disenso en su seno.  O eludir con este mismo proceder (malsano) el trabajo colaborativo o en equipo.

7.       La medida del núcleo direccional escolar no puede ser la del miembro que haya alcanzado techo en sus realizaciones profesionales (con impacto institucional), por mucho poder que crea tener.

8.       Con base en lo anterior, el núcleo direccional escolar, negocia y concierta la mejor de las formas para una división del trabajo en su interior que sea garantía de eficiencia en su labor. 


Ramiro del Cristo Medina Pérez

Santiago de Tolú, octubre 8 – 2014





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