Sea para la
semana de “desarrollo institucional” o para la obligada evaluación
institucional (anual) y los procesos de planeamiento de inicios de año lectivo, si lo que se pretende hacer no
guarda una coherencia con respecto a los
asuntos fundamentales derivados del PEI,
en el contexto de lo actual y, su priorización a la manera de agenda
pertinente, no hay dudas de que se incurre en
flagrante improvisación. Pero la cosa puede ser peor, sino se ofrece por
parte del núcleo direccional de la institución educativa un referente
conceptual que armonice, le confiera profundidad y sentido a la materia objeto
a trabajar. Y todavía más grave, si lo que
se trabaja y procesa como “aportes” de la concurrencia no alcanza seguidamente
a traducirse en políticas públicas en áreas específicas del quehacer escolar y,
si viejos errores y deficiencias siguen expresándose con igual o renovada fuerza.
Lo anterior con
consecuencias nefastas a mediano y largo plazo por cuanto lo que es defecto y
debilidad, se enraíza como
costumbre. Y no hay cosa más difícil de
penetrar y erosionar que el enredijo o
maraña de eso que se llama costumbre, cuanto más si ésta nos aferra a lo
primitivo e irracional. Evidentemente que una dirección que no vea y no
entienda esto, potencia -y de qué manera-, la conservación del estatus quo, lo
perjudicial, lo que nos mantiene atados al pasado, a lo decimonónico, con lo cual no se construye institucionalidad
consonante con el cambio que, a su vez
eduque en prácticas renovadas.
Las reuniones y
eventos que se tornan recurrentes en repetir el ayer, no hacen sino reforzar lo
viejo, lo cual es desgastante. La gente, no obstante que en esa lógica dominante
aparezcan algunas novedades, termina desconfiando de la rentabilidad (avances,
trasformaciones) de dichos acontecimientos, resignándose a repetir el circulo vicioso de lo de siempre,
aunque se aborden temas que pueden ser novedosos. Se aprende a convivir y
reproducir lo perverso: Se interfiere el trabajo deliberativo, la
concentración; no se evidencian manifestaciones de consideración entre colegas en tratándose de la atención que se
merece el otro cuando se abordan ideas, observaciones, criticas, etc . Alcanza a predominar más la apariencia y lo
formal por encima de lo sustancial y la asertividad manejada con respeto y buen
trato. Y se termina en consecuencia como que “llenando requisitos”, cumpliendo
con lo meramente formal, sacrificando lo esencial, los contrastes, la primacía de lo relacional y práctico sobre
el simple decir especulativo, cuando no,
se omite el rigor teórico y en su lugar se entroniza el reino de las
nociones.
En el espacio
escolar, lugar de la academia y la racionalidad por excelencia, el poder mal entendido y mal manejado, presidido
por los prejuicios, es fuente para los
equívocos sin posibilidad de rectificar que, al encontrarse con un estilo de
trabajo unipersonal -muy común y fácil en este tipo de sociedad-, trae aparejado otros males que menoscaban la
democracia, la argumentación, el trabajo colaborativo, como la autonomía en un contexto de
interdependencias complejas.
Y si se trata de
una institución educativa pública cuya misión está vinculada con la formación
de ciudadanía, en la que el mayor beneficiario ha de ser el pueblo, los daños
además de multiplicarse son irreparables. Jamás el interés particular, la
visión personal, sin la necesaria
mediación y/o confrontación racional de
los otros, puede erigirse por encima de la argumentación plausible, del interés
de la comunidad, y la normatividad con su connotación universal y ecuánime que
pone a la institución como obra humana, cultural, bajo su especificidad escolar que se construye
en su diversidad de órganos articulados, con una tradición reglada que pone a
raya toda arbitrariedad y capricho.
Algunas
recomendaciones puntuales para mejorar eventos y reuniones de trabajo en las
instituciones educativas con lo que se gane en eficiencia,
tornándose cada vez más productivas:
1.
Para efectos de valorar
adecuadamente, con rigor objetivo,
experiencia y proyectos, es menester que quienes no son parte ejecutora
de aquellos, tengan o cuenten con mecanismos expeditos a través de los cuales
participen de ese proceso de valoración.
Al parecer, somos muy dados a ser parcializado o sesgados con las
empresas o cometidos con los que estamos comprometidos o desposados, pudiendo
incurrir en auto-publicidad o magnificación de logros.
2.
Diferenciar, a propósito, logros u objetivos por alcanzar, de logros efectivamente alcanzados.
3.
Ponderar contenidos, pertinencia y extensión de experiencias o
proyectos reales en una u otra área en
ejecución, con un tiempo determinado
para todos los participantes en el contexto de una determinada jornada.
4. Diferenciar claramente:
experiencias, así de modo general, de experiencia significativas. Ello por
cuanto no son lo mismo, lo que puede generar expectativas que no van a ser
satisfechas.
5. Para casos en lo que lo
anterior esté en juego, se debe integrar con el debido tiempo una comisión
operativa (con garantía de diversidad) para el estudio y selección de las
experiencias y proyectos inscritos, en el marco de un tiempo previamente dispuesto
y a la luz de unos criterio y condiciones expresas.
6.
En ningún caso el núcleo
direccional escolar (como quipo) o sus instancias pueden instaurar,
contemporizar y/o contrabandear el criterio del pensamiento único para legitimar una hegemonía, excluyendo el disenso en su seno. O eludir con este mismo proceder (malsano) el
trabajo colaborativo o en equipo.
7.
La medida del núcleo
direccional escolar no puede ser la del miembro que haya alcanzado techo en sus
realizaciones profesionales (con impacto institucional), por mucho poder que
crea tener.
8.
Con base en lo anterior, el
núcleo direccional escolar, negocia y concierta la mejor de las formas para una
división del trabajo en su interior
que sea garantía de eficiencia en su labor.
Ramiro del
Cristo Medina Pérez
Santiago de
Tolú, octubre 8 – 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario